EL HILO PERDIDO

Gog y Magog


Cuando parece que hay demasiadas palabras en el mundo encontrás Oro en la lejanía y encontrás demasiado mundo en las palabras. Un libro de velocidades: los viajes, los naufragios de migrantes, las heroínas del rescate mediterráneo, las detenciones arbitrarias en aeropuertos, los escapes de la poeta al Delta, las visitas de un pájaro tacuarita mientras escribe, y de nuevo, las barcas en la noche con su tarea bíblica (salir de Egipto), pero el mundo se detuvo un día. Detuvo el bien y el mal, el turismo y las migraciones. Y llega la quietud, la fijeza del gato en el techo que mira al halcón que mira a las palomas. La fijeza. El mundo tiembla y recuerda nuestra naturaleza fugitiva, la realeza del pathos que ofrece un muchacho “en el muelle contiguo” cuando “se desviste” y se saca su “camisa de trabajo”, “la coreografía de vuelos” de su baño en el río, el “tai chi en el agua”, “un ala de garza” o los brazos que extiende “como un biguá”. Pinceladas en los versos de Alicia pintan lo que la naturaleza pinta en nosotros: su presencia, su danza, nuestra sombra cazadora y recolectora. Martín Rodríguez

Oro en la lejanía, Alicia Genovese

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Gog y Magog


Cuando parece que hay demasiadas palabras en el mundo encontrás Oro en la lejanía y encontrás demasiado mundo en las palabras. Un libro de velocidades: los viajes, los naufragios de migrantes, las heroínas del rescate mediterráneo, las detenciones arbitrarias en aeropuertos, los escapes de la poeta al Delta, las visitas de un pájaro tacuarita mientras escribe, y de nuevo, las barcas en la noche con su tarea bíblica (salir de Egipto), pero el mundo se detuvo un día. Detuvo el bien y el mal, el turismo y las migraciones. Y llega la quietud, la fijeza del gato en el techo que mira al halcón que mira a las palomas. La fijeza. El mundo tiembla y recuerda nuestra naturaleza fugitiva, la realeza del pathos que ofrece un muchacho “en el muelle contiguo” cuando “se desviste” y se saca su “camisa de trabajo”, “la coreografía de vuelos” de su baño en el río, el “tai chi en el agua”, “un ala de garza” o los brazos que extiende “como un biguá”. Pinceladas en los versos de Alicia pintan lo que la naturaleza pinta en nosotros: su presencia, su danza, nuestra sombra cazadora y recolectora. Martín Rodríguez

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